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Reinventando a Vermeer

Para Salvador Dalí era el mejor pintor de la historia. Así lo quedó reflejado en una tabla manuscrita donde valoraba virtudes como la técnica, la autenticidad, el genio, la inspiración o el misterio. En ella colocó a Johannes Vermeer en una privilegiada posición que lo eleva por encima de Rafael o de Velázquez.

Vermeer era un alquimista de los pigmentos y los aglutinantes, un científico de la composición, un explorador de la luz, un pintor de la intimidad. Su biografía y su obra están rodeadas de tales paradojas y singularidades que lo encumbran como uno de los artistas más deslumbrantes y originales de cuantos han existido.

La encajera, La lechera y especialmente La joven de la perla se han convertido en verdaderos iconos del arte, obras referenciales para los más conocedores de la pintura, pero también muy presentes en el ideario popular. Por todo ello, afrontar el ejercicio de reinventar sus creaciones supone un gesto de admiración y valentía.

Jiménez Carrero redescubre sus lienzos con la sutileza y la elegancia que caracteriza a las interpretaciones y versiones que realiza de los grandes maestros. Las alusiones al pintor de Delft son casi sugerencias y sus temas versátiles. Aquí las miradas hacia la joven no se focalizan y confluyen en la perla, es su fiel perra la que complementa y protagoniza la escena. La encajera es ahora una bordadora afanosa y delicada cuya vista no es iluminada por la luz natural de una ventana sino por una lámpara eléctrica. Y la lechera desafiará al espectador que se aproxime incrédulo a comprobar que lo que contempla es pintura y no realidad, a pesar de que se sienta salpicado por la leche que derrama de su jarra. Mundos fingidos y escenas cotidianas que confeccionan el léxico habitual en la plástica de Carrero.

 

Fernando Talaván Morín