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El último viaje

ENRIQUE JIMÉNEZ CARRERO

Mi último viaje

La vida de Enrique Jiménez Carrero está marcada por el movimiento, por el camino, por el tránsito, por el viaje. Sus ojos se abrieron a la luz entre las murallas de Granadilla, donde pasó sus primeros años entre huertos, gentes humildes y calles empedradas. Pero su historia es también la crónica de un desarraigo, donde el líquido elemento en esta ocasión no llegó para ofrecer vida, sino para inundar sus recuerdos, su pasado y su identidad. Pero como dice el propio pintor con sabias palabras: “A Granadilla no le ahogó el pantano, le ahogaron las lágrimas”. Su primer itinerario, por tanto, fue forzado, no voluntario, y eso sellaría irremediablemente su biografía y, en consecuencia, su creación artística.

Pero lo que el agua le arrebató se lo devolvió la pintura, ya que ese primer sendero le condujo a explorar un medio de expresión que le permitiera reencontrarse con lo perdido y reconciliarse con lo añorado. Y ese lenguaje lo halló en el arte, donde desde sus primeros trazos Enrique buceaba por la memoria con el afán de retenerla, de ofrecerle el lugar que no debía perder. Eso le condujo a atrapar el tiempo en sus lienzos, a crear imágenes evocadoras, oníricas y sensitivas en un cosmos en el que fotografías en blanco y negro, juguetes antiguos, lápices gastados, azulejos y baldosines, hojas de cuadernos o papeles rasgados nos hacen viajar al pasado y nos invitan a hacernos preguntas, a dialogar con el enigma, a sentir con cercanía, a modular nuestra sensibilidad y a emocionarnos.

Su vocabulario plástico sigue siendo una permanente en su obra, ha logrado lo más complejo, generar un canon propio y establecer códigos de identidad que nos permiten reconocer sus cuadros en cualquier contexto. Sin embargo, no ha cesado en la evolución de su lenguaje abriéndose a nuevas vías, explorando nuevos caminos creativos, transitando hacia nuevas formas. Esta exposición es muestra de ello, donde no falta espacio para el óleo, la técnica mixta, la escultura, la realidad aumentada, la instalación, la colaboración con otros artistas, la figuración más realista, el trampantojo, la abstracción, la pureza…

Como hijo adoptivo de Plasencia, este artista, peregrino de los patrones emocionales, ofrece en esta muestra un proyecto que generosamente entrega a la ciudad, un epílogo de su amplia y reconocida trayectoria, con un asombroso potencial visual, que culmina en lo que él mismo titula como Mi último viaje.

 

Fernando Talaván Morín