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Arturo Pérez-Reverte

Arturo Pérez-Reverte

Ó, para ser más precisos

 

Desgraciado aquel ámbito cultural donde todos los clásicos estén muertos. Es bueno que haya clásicos vivos, y por suerte Carrero es uno de ellos. Un clásico hecho de materia concreta, presente, y también de nostalgias, y de fantasmas, y de sueños. Me fascinan esas texturas de carne de mujer reflejadas en un azulejo, junto a la cuarteada fotografía de lo que un día fueron ellas; o más bien de las mujeres que las hicieron posibles, formando la misteriosa cadena genética que condujo hasta ellas. O, para ser más precisos, hasta Ella. Me intrigan esas miradas femeninas sabias, forjadas en hablar durante siglos el lenguaje del silencio. Siglos de mirar, de esperar, de ser rehenes, de tejer tapices o de ser botín en la sentina de naves negras que iban y venían entre Ítaca y Troya. De parir hijos y enterrarlos. De forja de soledades, y de serenidad, y de coraje. También me atrapan esos otros objetos en apariencia cotidianos que de pronto, fuera de su contexto -o tal vez devueltos exactamente a él- cobran contenidos de clave, de explicación de vida, de símbolo para los propios enigmas de quienes los contemplan. la flor limpiamente dibujada, la fruta, la copa, me devuelven olores, sabores, sensaciones de la única patria real, que es la memoria agridulce representada en un marco sin fotografía, en una cinta olvidada, en una grieta de la pared. Tal vez sean esas las razones por las que yo haya aprendido tanto sobre mujeres, vida y memoria en los lienzos de Carrero.

Arturo Pérez-Reverte
Escritor y Periodista